El pueblo chileno se había pronunciado. Sin demasiada sorpresa Joaquín, rodeado de sus camaradas nopolíticos confirmaba que la ilusión había terminado
Lagos sería desde marzo el nuevo presidente de Chile.
Eran las tres de la madrugada cuando, con la compañía de María Estela en el cuarto contiguo, Joaquín se encomendó al todo poderoso, agradeció también las enseñanzas que la sentencia de la gente le había dejado y las que le dejaría tras la correspondiente reflexión; mañana sería otro día pensó, y concilió el sueño.
Un par de días de tediosas apariciones públicas, explicaciones y conferencias de prensa discurrieron lentamente antes de que la familia unida pudiera partir a Cabo Verde, en vuelo de Aeroflot, para unas más que ganadas vacaciones en la soledad de esas fuertemente custodiadas playas africanas.
Tiempo hubo para que entre plegarias, agradecimientos y confesiones, se repasara con María Estela, Joaquín, Asunción, Paulina, Juan Pablo, María Jesús, y José Tomás, aquellos desayunos en esas casas tan modestas: "si ustedes vieran, hijos míos, que nunca han pasado necesidad, cómo vive esa gente, no tienen TV Cable ni aire acondicionado y algunos de los que tienen auto tienen que abrir las puertas de la reja con la mano!"
La familia se miró con una sana mezcolanza de agradecimiento y compasión: habían comprendido lo que era la pobreza, sabían ahora, gracias a la experiencia que la campaña electoral había dejado en Joaquín, lo que era aquel horrible flagelo del que tanto habían oído hablar.
Siguieron discutiendo el tema, buscando una explicación. Papá no sólo había visto lo que era la pobreza, la había olido, la había dormido, la había comido, y escuchado, y eso había marcado a la familia, que sin casi saberlo, se estaba convenciendo de que la desaparición de tamaña injusticia sería, tras el viaje a Cabo Verde, la principal bandera tras la cual plegarse.
Joaquín aprovechó el tiempo de distensión para releer algunas teorías económicas que en la Chicago School of Economics había presentido, se habían pasado un poco superficialmente.
Las caras de aquellas dulces viejecitas que tan gentil y devotamente lo habían acogido en sus modestas casas, las expresiones de las madres y sus niños que lo besaban y abrazaban mientas recorría Chile de Arica a Punta Arenas, daban vueltas en la cabeza de Joaquín mientas sus ojos recorrían con avidez las letras de Das Kapital. Y ya no pudo detenerse, revisó y revisó teorías e historias, vio imágenes de Lenin y de la revolución de los Soviets, leyó a Mao, y casi pudo sentirse en los zapatos del Che entrando con sus barbudos en Santa Clara.
Sin casi darse cuenta, tan sólo liberando su misericordia, Joaquín Lavín Infante había abrazado para siempre el marxismo y comenzaba a soñar con volver a pararse frente a las masas pero ahora con su nueva conciencia, para liberarlas del mal que las oprimía: un nuevo hombre había nacido.
continuará (en serio)